Puede que te hayas planteado varias veces dejar de fumar o de beber tanto alcohol, cambiar tu alimentación, llevar una vida menos sedentaria u otro tipo de conductas que no son beneficiosas para tu salud. Tienes una idea clara de cuál es la meta que quieres conseguir y, sin embargo, ¿por qué no lo haces? ¿Por qué te cuesta adquirir hábitos de vida saludables?
Desde diferentes ámbitos de la psicología llevan tiempo investigando qué factores influyen en la adquisición y mantenimiento de las conductas saludables, con el fin de desarrollar intervenciones que puedan ayudarnos en ese proceso.
Hay que recordar que un estilo de vida saludable conduce a un bienestar físico y psicológico que se traduce en una mayor calidad de vida.
La literatura científica ha revelado que hay diversas características de nuestra personalidad que favorecen la adquisición de unas u otras conductas.
La impulsividad, la hostilidad, el cinismo, la personalidad ansiosa y la afectividad negativa están más presentes en la adquisición de conductas de salud perjudiciales.
En cambio, la responsabilidad, el optimismo y la afabilidad benefician las conductas de salud.
A su vez, encontramos que algunos rasgos de personalidad como la extraversión, la búsqueda de sensaciones y la competitividad pueden desencadenar tanto conductas protectoras como conductas perjudiciales para la salud.
No obstante, cabe preguntarse: ¿el comportamiento depende única y exclusivamente de los rasgos de nuestra personalidad?
La respuesta es no; estas características por sí solas no explican la dinámica de la conducta. Nuestro comportamiento también está mediado por otra serie factores que son la base para que se produzca el cambio.
El apoyo social está formado por una red que incluye a familiares, amigos y personas cercanas al individuo con los cuales éste se relaciona, en ocasiones ayuda y, en otras, encuentra la ayuda que necesita.
Las relaciones sociales ejercen influencia sobre el individuo en función de: lo cercanas o distantes que son, la calidad de la intimidad generada, el nivel de compromiso que nos demuestran, su capacidad para ofrecernos un entorno donde nos sentimos seguros emocionalmente y, sobre todo, la manera en que nosotros percibimos un apoyo efectivo.
Respecto al desarrollo de hábitos saludables, el apoyo social es un factor importante para conseguir este objetivo, porque muchas veces estos cambios corren parejos con la necesidad de realizar ciertos cambios en los patrones de conducta de la unidad familiar, o bien con nuestra pareja o con nuestros amigos más cercanos.
Por ejemplo, muchos pediatras, para tratar de solucionar los problemas de obesidad en los niños, deben realizar un cambio en la alimentación de toda la familia. Lógicamente, es difícil que un niño quiera comer una menestra de verduras cuando, en la misma mesa, sus padres están comiendo pizza.
Otro aspecto importante a valorar son los sucesos vitales y cotidianos que experimenta el individuo en su vida y que suponen una fuente de estrés psicosocial. El estrés no sólo perjudica nuestra salud, sino que puede obstaculizar el proceso de cambio de la conducta perjudicial. Por ejemplo, es mucho más difícil intentar dejar de fumar si la persona está inmersa en un proceso de divorcio o si tiene un trabajo que le genera mucha tensión.
Las creencias o ideas que tiene el individuo sobre el cambio de conducta, además de la actitud positiva o negativa con que valora este hecho, pueden favorecer o bien resultar un inconveniente, tanto en el comienzo como en el mantenimiento del nuevo hábito saludable. De hecho, la resistencia al cambio suele venir acompañada de creencias y actitudes que mantienen el hábito perjudicial (aunque dé positivo en un control de alcoholemia, un par de copas no afectan a mi manera de conducir).
Para finalizar, tenemos las motivaciones o causas últimas que hacen que el individuo inicie la acción necesaria para alcanzar las metas propuestas. Este factor es una de las claves para conseguir los objetivos, ya que es la “intención” la base de la motivación que lleva al individuo a tomar la decisión de cambiar el hábito pernicioso por el saludable.
Sin embargo, la simple intención no servirá de mucho, si no viene acompañada por una “implementación de la intención”. Es decir, por un plan de acción claro, con pasos u objetivos pequeños y realizables que, paulatinamente, nos vayan acercando al objetivo final.
Si tienes intención de cambiar algún habito perjudicial para tu salud por otro más beneficioso, es interesante que antes de iniciar la conducta realices una evaluación del conjunto de los factores que median en el cambio.
Empezaremos estableciendo una meta que queremos conseguir, el inicio de un hábito saludable, lo que implicará un cambio de conducta y/o el abandono de otras conductas que ponen en riesgo tu salud.
Diseña una estrategia que planifique las circunstancias en las que se va a llevar a cabo la conducta. Responde a las preguntas clave: qué, con quién, cómo, cuándo, dónde y para qué voy a iniciar una nueva conducta saludable. Revisa en qué medida los factores mediadores (apoyo social, sucesos vitales y cotidianos, actitudes, creencias y motivaciones) pueden ser una ayuda o un inconveniente para el cambio. Aprovecha estas ayudas y convierte los obstáculos en retos a superar, centrándote más en las soluciones que en los problemas. Prémiate continuamente, conforme vayas consiguiendo pequeños objetivos. Y, por último, si sufres recaídas, no las conceptualices como grandes fracasos, sino como parte natural del proceso hasta la instauración definitiva de tu nuevo hábito saludable. Es mejor dejar de fumar a la cuarta intentona, que tirar la toalla a la tercera recaída.
Una vez iniciada la nueva conducta saludable, todo este proceso debe ser continuamente revisado, porque las circunstancias irán cambiando según progreses, así como tus recursos personales para seguir mejorando. El camino hacia una vida más saludable es un proceso dinámico que debe ser flexible, actualizable y adaptable a las contingencias que aparecen en la vida de cada uno.
Si tienes problemas a la hora de diseñar esta estrategia o parte de ella, recuerda que siempre puedes contar con la ayuda externa de los profesionales de la salud. No dudes en utilizar todos los recursos que tienes a tu alcance.
A veces basta un pequeño gesto para iniciar un cambio grande. Los beneficios irán más allá de los que en un principio puedas imaginar, si en cada momento vives como si ésta ya fuera tu segunda oportunidad.
Vicente Bay y Lorena Fernández
Referencias bibliográficas:
Bermúdez, J. Personalidad, procesos psicosociales y conducta de salud. En J. Bermúdez, A. M. Pérez-García, J. A. Ruiz, P. Sanjuán y B. Rueda (Eds.), Psicología de la personalidad (págs. 701-738 ). Madrid: UNED.