El divorcio y los hijos

El divorcio y los hijos

01/12/2017


Cuando llega la ruptura de una pareja, uno de los asuntos más complejos es gestionar la situación entre el divorcio y los hijos. ¿Con quién o quiénes van a vivir? ¿En qué casa o casas? ¿En qué régimen de visitas o estancias? ¿Qué acuerdo económico puede alcanzarse de cara a las necesidades de manutención?

Muchas veces, para resolver estas cuestiones acudimos a los tribunales, pero debido al propio funcionamiento adversativo de los procesos judiciales, es fácil que se acreciente el nivel de conflicto a través de una escalada de exigencias y de reproches mutuos.

A veces, incluso, se llegan a presentar denuncias falsas, en ambos sentidos, de malos tratos psicológicos para conseguir “vencer” y “derrotar” a la otra parte. Se trata de una práctica completamente desaconsejable para la salud emocional de todos los implicados, pero sobre todo de los hijos.

Las principales víctimas de estas batallas legales siempre son los más pequeños. Por ello lo mejor es acudir a la figura del psicólogo o del mediador familiar antes de que las posiciones de ambas partes se alejen de forma dañina y, muchas veces, irreconciliable.

Se puede trabajar en una solución del conflicto mediada, que procure beneficiar a todos tanto como la situación lo permita, pero, sobre todo, intentando que los menores salgan lo menos perjudicados posible del duro proceso que supone el divorcio de sus padres.

Cuando no hay acuerdo y ya no queda más remedio que ir a juicio, entonces se deben realizar los peritajes psicológicos correspondientes para averiguar de qué manera los menores pueden salir más beneficiados, en materia de regímenes de visita, patria potestad y custodia. Aparte del derecho, debe hablar la psicología.

El psicólogo forense realizará las entrevistas y las pruebas estandarizadas (tests, cuestionarios, escalas…) correspondientes, tanto a los menores como a los progenitores que den su consentimiento, para evaluar las posibilidades y capacidades de cada uno en materia de paternidad, educación y crianza.

Se evaluarán aspectos tales como la estabilidad psicológica, el nivel de apego, los estilos parentales de crianza, los trabajos y ocupaciones, compatibilidad de horarios, problemas sociales, psicopatologías, personalidad, etc. Con el informe pericial que elabore el psicólogo, el juez tendrá más fácil su toma de decisiones.

Pero antes de llegar a una situación declarada de desacuerdo que requiera estas medidas, como primera medida para iniciar un divorcio yo aconsejo acudir a una empresa de mediación familiar. Allí se encontrarán esos profesionales, tanto de la psicología como del derecho, que nos pueden ayudar a sobrellevar el proceso del divorcio de la manera más positiva posible.

De todas formas, a continuación voy proponer una serie de ideas para llevar a cabo un divorcio lo menos traumático posible para los niños:

i. El niño debe enterarse de la separación por los padres, antes que por otros canales o porque se dé cuenta él mismo. Por favor, tomaros un tiempo para hablar con vuestros hijos y explicarles en términos sencillos lo que va a suceder y cómo va a afectar a sus vidas. Procurad ser más descriptivos que valorativos y más positivos que críticos, sin hacer juicios de valor ni aprovechar para atacar a la pareja.

ii. Es importante dejar muy claro a los hijos que no habrá vuelta atrás, para lo cual la decisión debe estar suficientemente meditada antes de dar el paso. Si el niño se aferra a fantasías de reunificación, la adaptación a su nueva situación será más difícil.

iii. Asegurad a los hijos que la ruptura nada tiene que ver con ellos. Si las discusiones habituales suelen ser por temas relacionados con los hijos (educación, cuidados, colegio…), éstos pueden interiorizar que el divorcio es culpa suya.

iv. Tampoco es recomendable que un miembro de la pareja cargue con las culpas de la ruptura. Las circunstancias que llevan a esta situación son complejas y suelen tener que ver, en unos casos, con la incapacidad conjunta de los miembros para resolver las diferencias que han ido surgiendo en la relación; en otros casos, simplemente los sentimientos de una parte hacía el otro miembro de la pareja han ido cambiando. Esto no es aplicable en caso de malos tratos.

v. Es importante no hablar mal del otro cónyuge, aunque se tengan muchos motivos para hacerlo. Hay que tener en cuenta que los hijos deberán luego relacionarse con ambos padres; por lo tanto, conviene que mantengan una buena opinión de ambos, no sólo para mantener unas buenas relaciones, sino también para su propia evolución de niños a adultos. De nuevo, esto no aplicable en casos de malos tratos.

vi. Insistir en la idea de que la ruptura no afectará al amor que se tiene por los niños. Ellos necesitan seguir sintiendo muy vivo el vínculo que les une con ambos progenitores. Explicar que el amor se apaga en la pareja, lateralmente, pero no hacia abajo en ningún caso y que eso no va a cambiar.

vii.  Es imprescindible detallarle al niño con quién va a vivir y dónde, si habrá cambio de colegio y cualquier cosa que vaya a afectar a su vida diaria y su rutina.

viii. Dar la oportunidad de preguntar y responder a las questiones que planteen los hijos, con cautela, pero con sinceridad.

ix. Si los niños son lo suficientemente maduros, como puede ocurrir con adolescentes, será beneficioso para ellos permitirles participar en las tomas de decisiones sobre las consecuencias de la ruptura y sus detalles.

x. Aunque como pareja ya no se tenga relación, hay que tener claro que sí existirá una relación como padres de unos hijos comunes. Por lo tanto, hay que mantener abiertas ciertas vías de comunicación, como mínimo, para cosas que atañan exclusivamente a los hijos.

xi. No someter a los niños a interrogatorios cuando vuelven del periodo de visitas. Para eso están las vías de comunicación abiertas con el otro progenitor, si se desea saber algo que nos preocupe o negociar cualquier particular. Debemos aceptar que se trata de un tiempo que no nos pertenece y que no podemos recuperar a base de preguntas.

xii. No sonsacar información para inmiscuirse en la vida sentimental del otro cónyuge. Hay que respetar la intimidad y la libertad de la otra casa y no usar a los niños como espías.

xiii. Imponer la presencia de una nueva pareja a los hijos en el propio domicilio se debe hacer con mucha cautela y solamente cuando se está muy seguro de que será un cambio estable. A los niños le cuesta adaptarse a cada nueva situación, a cada nueva presencia y a cada nueva ausencia.

xiv. Si aceptamos y colaboramos con la nueva pareja de nuestro cónyuge, en lugar de rechazarla o criticarla, los niños serán los mayores beneficiados.

Por último, recordar que, a pesar de que un divorcio es una fuente de estrés y un reto de adaptación tanto para padres como para niños, un matrimonio conflictivo puede ser aún peor. Por ello, un divorcio que suponga el cese de las hostilidades, puede ser una solución salomónica y beneficiosa para todos; no obstante, no lo será en absoluto si tal divorcio supone continuar con las hostilidades o, aún peor, si se convierte en el preludio de ataques inéditos hasta el momento.

Poned el bienestar de vuestros hijos a la cabeza de vuestra lista de prioridades y no os arrepentiréis en el futuro.

Vicente Bay.