Para esos momentos en que las cosas no van bien en casa, cuando se ha ensuciado un poco el cristal con el que miramos a nuestros seres queridos, cuando tomamos el camino largo para volver al hogar después del trabajo, cuando nuestras relaciones íntimas se han enfriado sin saber muy bien cómo ni por qué, cuando nuestra mirada se pierde lánguida a través de los cristales del metro o del autobús… Para esos periodos poco reforzantes os propongo una tarea con el fin de mejorar nuestras relaciones familiares. También vale para parejas.
Se trata de una tarea en la que debe participar toda la familia, porque probablemente llevéis tiempo sin hacer nada en conjunto. Debéis coger una caja, una bonita caja de cartón, o decorarla si hace falta. Podéis pintarla, ponerle pegatinas, forrarla, recortarla, o comprarla ya hecha… lo que queráis. O cogéis cualquier caja que tengáis a mano y esté de cualquier manera. Cuando la tengáis lista, la ponéis en un lugar prominente de la casa, un sitio central e importante, donde su nivel de presencia en vuestra vida diaria esté garantizado.
Esta caja debe disponer de una rajita arriba, una obertura por donde puedan entrar papeles. Junto a la caja ponéis varios tacos de papeles de colores (los venden en cualquier papelería o bazar chino). Cada color representará a un miembro de la familia. Podéis poner arriba una foto de cada uno, para diferenciarlos, si queréis, o el nombre en el primer papel de arriba e ir cogiendo los de abajo.
La propuesta consiste en lo siguiente: cada vez que alguien de la familia escuche o vea algo que le gusta de otro miembro, cogerá un papel del color que corresponda (el del miembro al que se quiere elogiar) y escribirá: “Me ha gustado mucho que… hayas hecho o dicho esto o aquello”. Después, meterá el papelito doblado en la caja, sin revelar de momento el contenido.
Al final del día, o al final de la semana, como decidáis, según sea vuestro tiempo compartido en familia, os reunís todos para abrir la caja de los elogios y leer lo que habéis escrito los unos de los otros. ¡Os sorprenderéis!
La única regla que yo propongo es que al menos cada uno de los miembros de la familia deberá meter un papelito al día, de cada uno de los otros miembros. Esto no es difícil, os lo aseguro. Para ello hay que estar atentos a las conductas positivas de los demás. No tienen que ser grandes cosas: los pequeños detalles son también muy valiosos. Tampoco conviene meter papelitos de forma indiscriminada, como para obtener una superioridad moral sobre el otro, sino cuando realmente nos hayamos sentido complacidos. No es una competición.
Y también otro aviso. Cuando llega el momento de abrir la caja y se leen los elogios, no debemos aprovechar para realizar reproches o exigencias. Procurad no decir cosas como: “Eso está muy bien, pero puedes hacerlo mejor” o “A ver si eres capaz de seguir así, que lo dudo” o “Ya era hora de que te dieras cuenta de eso”. Si el ambiente es tenso, recibiremos y daremos los elogios como buenos cumplidos, sin necesidad de más explicación. Bastará responder con un gracias, con un abrazo o con una simple sonrisa.
Os animo a que probéis esta interesante y estimulante tarea en vuestro entorno familiar. Os sorprenderéis de ver lo agradecidos que están vuestros familiares de que explicitéis y verbalicéis vuestros elogios y, por vuestra parte, también os sorprenderéis al comprobar que vuestros encantos y esfuerzos diarios no caen en saco roto y son percibidos y apreciados por los demás. Con esta simple tarea, el clima de un hogar puede cambiar bastante, ya veréis.
PD: El autor de este ejercicio es Matthew Selekman, que lo usaba principalmente con adolescentes difíciles, pero yo lo he sacado del libro “200 tareas en terapia breve”, de Mark Beyebach y Marga Herrero de la Vega, editorial Herder. Ellos la llaman la caja de las caricias, aunque yo he conservado el nombre original de Selekman porque me gusta más.