Anatomía del terror de masas

Anatomía del terror de masas

22/08/2017


Cuando hablamos de trauma en psicología nos referimos a una situación de exposición a la muerte, a lesión grave o a violencia sexual. Esta exposición puede ocurrir por tres vías: directa, cuando somos nosotros quienes lo hemos sufrido; presencial, cuando estábamos presentes aunque no implicados; y por conocimiento, es decir, cuando simplemente nos lo han contado, pero nos ha afectado. Aún existe una cuarta vía, por exposición repetida a detalles truculentos del suceso, que suele afectar a los profesionales que trabajan en situaciones traumáticas, como policías, bomberos, sanitarios, etc.

La experiencia traumática consiste en una catarata de emociones demasiado intensas como para digerirlas de golpe. Esto puede llevar a distintos estados mentales, según las necesidades defensivas y puntuales de cada persona, que pueden ir desde el shock, pasando por el estupor, el embotamiento emocional, la disociación de la realidad, la rabia, la desesperanza, la tristeza, la ira, la frustración, la culpa, la desconfianza y, por supuesto, el miedo. Resolver el trauma no será fácil. Requiere tiempo. Cada persona tendrá su proceso, distinto al resto, y no conviene acelerarlo, sino respetarlo. Se trata de un proceso complejo, en el que no voy a entrar ahora.

En el caso del terrible atentado yihadista de Barcelona tenemos cuatro tipos de víctimas traumatizadas, según la vía por la que adquirieron el trauma. En orden de supuesta gravedad estarían, en primer lugar, las víctimas directas del atropello y sus allegados, seguidas de las personas cercanas que presenciaron el atentado, después los profesionales que trabajan en el asunto y, por último, y aquí es donde quiero ceñirme, el resto de la población española, que somos la gran mayoría y que conocimos los hechos a través de los medios de comunicación. Aunque las psicopatologías se refieren a personas individuales, creo que podemos permitirnos la licencia de asegurar que nuestra sociedad está ahora traumatizada.

La experiencia de trauma psicológico no tiene por qué guardar una relación proporcionada con los hechos objetivos, sino que tiene que ver más bien con la percepción que cada persona elabora sobre el asunto. En este sentido, aunque no sería lo más común, podría pasar que una persona quedara más traumatizada viendo las noticias que otra que sufrió el atropello en carne propia. A cada persona las cosas le afectan de una manera distinta y, por lo tanto, las experiencias traumáticas tienen un alto componente subjetivo. Hay mujeres víctimas de agresiones sexuales que consiguen superarlo, mientras que otras desconfiarán para siempre de los hombres, así, en conjunto, igual que ahora una parte de la población desconfía de los musulmanes.

Para la población general, que no vivimos directamente el atentado, está siendo muy importante el fenómeno del contagio social de las emociones. El miedo es un sentimiento que puede correr como la pólvora entre una población. Si la información que nosotros recibimos sobre el atentado es terrorífica, si se retransmite repetidamente por todos los medios de masas y, además, comprobamos que la respuesta del resto de nuestros iguales es de verdadero pavor, nuestra percepción subjetiva de amenaza será muy alta y, por lo tanto, habrá un sentimiento de terror generalizado, que es precisamente lo que buscan los criminales en estos casos. Permitirnos una reflexión personal sobre la situación puede ayudarnos a elaborar una perspectiva propia.

No es mi intención restar ninguna importancia a lo terrible de los hechos ocurridos en Barcelona, entre otras cosas porque para mí una sola muerte injusta y violenta es tan horrible como cien muertes. Tampoco quiero asustar a nadie con la cantidad de peligros que existen en nuestro entorno. Mi intención es ayudar a hacernos alguna que otra reflexión para rebajar nuestra sensación de amenaza mortal en cuanto a terrorismo se refiere, porque tal vez la enorme sensación que tenemos ahora de que nuestras vidas están amenazadas no esté respaldada de forma probabilística.

De hecho, es muchísimo más fácil morir en un accidente de tráfico (1873 muertos al año), ahogarte en el mar (2370) o suicidarte (3910), según estadísticas de 2014. Sin embargo, parece más traumático cuando una voluntad ajena y homicida está involucrada en la amenaza. Pues bien, en este caso, si eres mujer, también es más probable morir a manos de tu pareja (31 mujeres sólo en lo que va de 2017). Cabe mencionar, también, que en las cárceles españolas hay 4000 reclusos condenados por la justicia por homicidio y asesinato. Y, sin llegar a la muerte pero sí al trauma, en España hay una violación (con penetración y registrada) cada ocho horas.

Como digo, no saco a relucir estas estadísticas para restar importancia al atentado, sino para hacer hincapié en el hecho de que estos datos no nos producen ningún trauma, porque no es la amenaza objetiva lo que nos aterra, sino la percepción que tenemos de ella, la cual está muy mediatizada por el entorno.

Otro fenómeno importante al que estamos asistiendo, y que nos afecta aumentando nuestro terror, es la homogeneización del exogrupo, que nos hace caer fácilmente en injustos estereotipos. Este fenómeno predice que detectamos más fácilmente las diferencias individuales en nuestro grupo que en aquellos grupos a los que no pertenecemos. Es decir, a los miembros de otros grupos los percibimos como más iguales entre sí. Por ejemplo, para nosotros España es plural y sus gentes diversas, mientras que mil trescientos millones de chinos son indistinguibles. De la misma manera, es fácil que ahora percibamos a los mil quinientos millones de musulmanes que existen en el planeta como potenciales terroristas. No es algo nuevo para nosotros; antes pasaba con los vascos. Esto también aumenta, sin ningún fundamento estadístico, nuestra percepción de amenaza y, por lo tanto, nuestro miedo.

Otro fenómeno psicológico que cobra importancia en estos casos es el heurístico de accesibilidad. Los heurísticos son razonamientos que realizamos sin método racional ninguno, que nos ahorran una cantidad de tiempo considerable a la hora de pensar y que nos distinguen de los ordenadores. En este caso, el heurístico de accesibilidad convierte automáticamente en más verdadera la información que está más accesible en nuestra memoria. Es decir, basamos nuestros juicios de verdad en la información que más recordamos, en lo más saliente que nos haya ocurrido. Evidentemente, un atentado terrorista acaecido recientemente en territorio nacional es una información que está muy presente en nuestra memoria. Es fácil que cualquier pensamiento lo pasemos por el tamiz de dicha información, provocándonos un sesgo de amenaza continua y desproporcionada. Por ejemplo, durante un tiempo, alguien puede evitar las aglomeraciones de gente, hasta que el recuerdo del atentado se mezcle en su memoria con otros hechos relevantes que cobrarán mayor accesibilidad.

En definitiva, la amenaza existe y no podemos negarla. En este sentido, tenemos que agradecer a aquellos que se ocupan de nuestra seguridad el buen trabajo que realizan. No obstante, tampoco debemos magnificar la amenaza más allá de su realidad, hasta el punto de vivir con un terror constante que no está justificado y cambiar por ello nuestras costumbres o adquirir nuevos prejuicios. Tengo la esperanza de que comprendiendo mejor algunos de los mecanismos psicológicos implicados (experiencia traumática, contagio social de las emociones, homogeneización del exogrupo, heurístico de accesibilidad… entre otros), consigamos rebajar un poco estos ánimos exaltados y vivir algo más tranquilos.

Vicente Bay