Mindfulness

Mindfulness

11/09/2016


El maestro contemporáneo de meditación tibetana Yongyey Mingyur Rinpoche afirma que la clave del Mindfulness está en “aprender simplemente a reposar en una sutil conciencia de los pensamientos, sentimientos y percepciones a medida que ocurren”. El filósofo francés del s. XVII Blaise Pascal sostenía una idea parecida. Pensaba que todos los problemas del ser humano provenían de su incapacidad para permanecer en reposo en una habitación vacía.

Parece que desde pequeños aprendemos a ser teleológicos, es decir, necesitamos estar orientados hacia algún fin (teleos = fin, en griego). Acercándonos a un objetivo en el futuro o huyendo de algo del pasado, pero siempre despreciando la simple contemplación del presente. ¿No es agotador estar siempre persiguiendo lo que queremos y esquivando lo que no queremos? ¿No sería un alivio detenernos simplemente a observar lo que ocurre, sin juzgarlo según nuestras preferencias? Descubriremos que es muy sano dejar descansar de vez en cuando a nuestra mente enjuiciadora, esa parte de nosotros que nos mantiene siempre a la defensiva.

Mindfulness es un anglicismo que se traduce a veces como Conciencia Plena. Surge de la aplicación de ciertas técnicas orientales de meditación en el entorno terapéutico de la psicología científica. El terapeuta más prominente en este tipo de terapia a nivel mundial es John Kabat-Zinn, médico y doctor en biología molecular. En España tenemos al médico psiquiatra Vicente Simón. El Mindfulness ha demostrado ampliamente su eficacia en el tratamiento de trastornos depresivos y de ansiedad, sobre todo previniendo las recaídas en el largo plazo, y se estudia su aplicación cada vez a más trastornos. A medida que los practicantes se hacen más conscientes de sus vidas, son más capaces de anticipar cuándo las cosas van a empezar a torcerse, y este “darse cuenta” les posibilita tomar medidas antes de que los síntomas se agraven. Por este motivo, este tipo de terapia es superior a otras en el mantenimiento de las mejorías.

¿Por qué necesitamos el Mindfulness? ¿Qué nos impide observar directamente lo que ocurre? Nuestro gran cerebro humano nos ha dotado de procesamiento lingüístico-verbal y lógico-matemático. Con estas poderosas armas nos enfrentamos a la realidad. Traducimos la realidad a complejos lenguajes para poder manejarla mejor y, no en vano, estas capacidades nos han otorgado indudables ventajas evolutivas. Sin embargo, el dominio abusivo de estos sistemas de procesamiento puede crear una gran diferencia entre la experiencia directa del momento actual y la interpretación que hacemos de ella, que es la que finalmente percibimos. La experiencia consciente del ser humano se encuentra tras el velo de sus percepciones, que son elaboraciones cognitivas de lo atendido. La meditación intenta capturar el momento un paso antes de ser tamizado por nuestra percepción.

La mayor parte del tiempo nos centramos en el pasado y en el futuro, en lo temido, en lo perdido y en lo esperado, eclipsando gran parte del aquí y el ahora, esto es, de la estricta experiencia del momento presente. El resultado es que pasamos el tiempo respondiendo a pensamientos, recuerdos y expectativas, y no a la realidad que tenemos delante. Actuamos respondiendo a nuestros fenómenos mentales, en lugar de responder directamente a la realidad tal cual es. Tomamos los productos de nuestra mente como verdades literales y objetivas. Es decir, elevamos los fenómenos mentales a la categoría de realidad objetiva, cuando se trata sólo de nuestra realidad particular.

El Mindfulness se ocupa de ponernos más en contacto con la realidad desnuda del momento, con la talidad de las cosas, como dicen los budistas zen. Cuando los maestros zen afirman que “la realidad está vacía”, se refieren a que nosotros la “llenamos” al percibirla. En un viejo cuento zen, un maestro y su alumno están meditando en el campo observando cómo se mueven las ramas de un árbol mecidas por el viento. El maestro dice: “Observa esas ramas. ¿Qué es lo que en realidad se está moviendo? ¿El árbol o el mundo que le rodea?” El alumno, que era bastante avispado, oliéndose la trampa responde: “¿El viento?” Y el maestro sentencia: “Lo único que se mueve es tu mente.”

La meditación nos enseña a estar atentos a las emociones y a los pensamientos conforme van surgiendo, pero también a no fusionarnos con ellos. Con el entrenamiento en meditación creamos un yo observador, a través del cual podemos identificar y describir lo que ocurre en nuestro interior, pero desde cierta distancia, para ser capaces de conceptualizar también un yo contexto en el cual suceden estos fenómenos. Se trata de no quedar atrapados en el continuo fluir de nuestra subjetividad. En lugar de comportarnos como un tronco arrastrado río abajo, nos convertimos en el puente que observa todo lo que el río arrastra. Ya no decimos: “Yo pienso que…“, sino más bien: “Tal pensamiento cruza ahora por mi mente“. Ya no decimos: “Me siento de esta manera“, sino: “Tal sentimiento me está pasando en este instante“. Se trata de vivir prestando atención a lo que sucede en el momento actual, pero sin identificarnos directamente con ello. Se trata de dejar las cosas pasar para permitir que lleguen otras. No significa negar las cosas que ocurren, sino darles su justa presencia y no más, conscientes de que la realidad es pasajera.

Suele decirse que nuestra mente es el cielo, y todo lo ocurre, las nubes que lo cruzan.

Vicente Bay

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