“Sentado en silencio
sin hacer nada
llega la primavera
y la hierba crece por sí sola“,
Basho
Ávido de nuevas sensaciones, mi peluquero solía preguntarme, cada vez que me sentaba en su butaca, por algún libro interesante que llevarse a la cabeza. Casi nunca solía contentarle, pero un día memorable fue él quien me prestó esta joya: Wabi-sabi para artistas, diseñadores, poetas y filósofos, de Leonard Koren. Quedé fascinado, una vez más, por la sencillez con que la cultura japonesa es capaz de incidir sobre mi visión de las cosas.
El Wabi-sabi es un concepto tan ambiguo como interesante. En principio es un concepto estético, pero trasciende cualquier campo que pretenda contenerlo. La estética Wabi-sabi se construye con materiales “vivos”. No pretende ser inalterable. El efecto del tiempo no es ninguna catástrofe. Un típico objeto Wabi-sabi puede ser, por ejemplo, un cucharón viejo y deslucido que, lejos de perderse, ha ido ganando valor a través de su uso. A veces en subastas, estos objetos alcanzan sumas millonarias.
Si lo pensamos un poco, acerca de la vida podemos estar seguros de al menos una cosa: de que cambia. El Wabi-sabi integra y acepta los cambios naturales sin oponerse a ellos. Incluso venera tales cambios, en lugar de tomarlos como defectos que deben ser subsanados. No lucha contra la realidad para mantenerla artificial y estática. No todo debe aparentar flamante y nuevo, incluso nosotros mismos. Para el Wabi-sabi no hay degeneración, sino formación de carácter e individualidad. Con los ojos del Wabi-sabi, encontraremos la choza solitaria del campesino más fascinante que un palacio.
La lectura de este libro me conducía a reflexiones cada vez más cristalinas. Tal vez nuestro estado de ánimo mejoraría si supiéramos apreciar el significado y la belleza de esa nueva arruga que ha surgido en nuestro rostro. Tal vez resulte más sano, en lugar de sobrecogernos y oponernos a la evolución del tiempo, aceptarlo como parte de nosotros mismos, sin juzgar sus resultados ni pretender evitarlos. Tal vez vivir en armonía signifique no bailar al son de las modas, sino saber escuchar y apreciar la música que nuestra particular realidad nos sugiere en cada momento.
Nada es eterno, nada está completo y nada es perfecto. Si asumimos esto y estamos lo suficientemente atentos, descubriremos muchas cosas a la sombra de nuestros prejuicios. Cada instante es un mundo; cada objeto, un universo; y cada persona, una fuente inagotable de detalles enriquecedores, pues hasta tu peluquero puede sorprenderte.
(Imágenes que podrían considerarse Wabi-sabi. Las paredes desconchadas, la herrumbre del metal o los nudos de la madera no son un problema en esta perspectiva)