María está preocupada por Leyre, su hija. Ultimamente, la ve muy triste, apenas habla con nadie y se pasa todo el día metida en su habitación. Cuando entra para hablar con ella ve que tiene los ojos llorosos, le pregunta qué le ocurre pero su respuesta es "nada, solo quiero estar sola, vete por favor". Alguna vez ha visto heridas en sus brazos, como cortes, que le están haciendo temer lo peor.... pero no sabe ni qué está ocurriendo, ni como ayudarla a superar esta situación.
La salud mental de los adolescentes está empeorando. Según la OMS el 15% de los adolescentes tiene un problema de salud mental. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas. A esto hay que añadirle que el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años.
La adolescencia es un período significativo para el desarrollo la persona. En esta etapa el individuo sufre cambios en varias esferas de su vida, como son la biológica, la emocional, la cognitiva y la social. No se trata sólo de un cambio en el cuerpo, también se producen cambios hormonales, cambios emocionales, cambios en la visión de quién soy, cambios en las relaciones con los otros, y todos estos cambios son necesarios para conducir al menor a la etapa adulta.
La tormenta hormonal que sufre el adolescente provocan un aumento en la intensidad de las emociones que puede experimentar en diferentes situaciones, especialmente las sociales. Cualquier madre o padre ha vivido ese carrusel emocional que va desde el enfado, la risa, la tristeza hasta el miedo exacerbado, y que unas veces se observa con preocupación y otras con la incredulidad de no entender muy bien que le está pasando a su hijo/a.
Este aumento de la intensidad emocional se produce en aquellas emociones que se experimentan de manera agradable (amor, alegría, orgullo) pero también en aquellas que se experimentan de manera desagradable (miedo, tristeza, ira, vergüenza, culpa).
Todas las emociones tienen una función adaptativa para la supervivencia humana. Nos ayudan a adaptarnos a determinadas experiencias o eventos. Pero si su intensidad se incrementa en exceso la experiencia puede volverse insoportable. Y es ahí cuando pierden su valor adaptativo y se convierten en emociones patológicas e inmanejables. Por eso es importante que el menor mejore la capacidad de regulación de las mismas.
La regulación emocional es la capacidad para gestionar las emociones que uno experimenta en diferentes situaciones. Esta gestión está compuesta por varios procesos como son:
Identificación: reconocer lo que estoy sintiendo.
Validación: aceptar de manera incondicional lo que estoy sintiendo.
Expresión: manifestar, interiormente lo que estoy sintiendo en el momento que lo siento. Y exteriormente si es necesario.
y Modulación: graduar la intensidad de la expresión emocional interior o exterior.
Hay que entender que va a ser muy complicado regular algo que no se sabe qué es, o lo rechazo porque es desagradable, o no quiero sentirlo, o no puedo graduarlo y me acaba generando un gran sufrimiento.
En este contexto, cuando el menor no tiene una buena capacidad de regulación emocional, suele buscar otro tipo de estrategias para gestionar lo que siente, más si cabe, cuando la experiencia genera un sufrimiento insoportable de tolerar.
Este tipo de estrategias suelen ser desadaptativas y dañinas para el menor, pero hay que comprender que le ayudan a solucionar el sufrimiento que están experimentando porque no tienen otros mecanismos para hacer frente a lo que le está sucediendo.
Entre las estrategias más utilizadas por los menores están el consumo de sustancias (drogas), las autolesiones (cortes), los intentos de suicidio y los estados disociativos (absorción).
Para mejorar la regulación emocional del menor es fundamental la ayuda de los progenitores. La relación de apego seguro que proporcionan los cuidadores genera un espacio de disponibilidad emocional donde el menor aprende a identificar sus propias emociones, validarlas, expresarlas y adaptarlas a la situación que está experimentando en ese momento.
Para ello, utilizaremos preguntas y aclaraciones sobre los que vamos observando:
¿Hoy te veo (emoción), ha ocurrido algo para que te sientas así?...
¿Cómo te has sentido cuando has vivido eso?...
Me imagino lo (emoción) que te habrás sentido en ese momento...
Es importante que escuchemos de manera activa la respuesta que recibamos del menor, sin hacer juicios ni valoraciones para generar una sensación de comprensión y visibilidad.
Comprendo que te sientas así ....
Entiendo cómo te pudiste sentir....
Yo en tu situación también hubiera sentido (emoción)....
En este sentido, hay que evitar las invalidaciones emocionales que generan incomprensión, frustración y una sensación de no ser ni vistos ni reconocidos.
Eso son tonterías....
No deberías de tomarte las cosas de esa manera....
Es mejor que pases y pienses en otra cosa....
Por último, ante conflicto sociales es bueno favorecer la reflexión sobre que pudo sentir el otro.
¿Cómo crees que se sentía cuando te dijo eso?..
¿Qué le habrá ocurrido para sentirse así?...
Mejorar la capacidad reflexiva del menor sobre sus propios estados mentales y los estados mentales de los otros, lo que denominamos, mentalizar, es una herramienta que ayuda a mejorar la gestión sobre las propias emociones y algo que es importante cultivar en la crianza de nuestros hijos.
Lorena Fernández
- Jurist, E. (2022). Mentalizando emociones. Cultivando la mentalización en la psicoterapia. Desclée de Brouwer.
- Midgley, N., Ensink, K., Lindqvist, K., Malberg, N., & Muller, N. (2019). Tratamiento basado en la mentalización para niños. Un abordaje de tiempo limitado. Desclée de Brouwer.
- Mollà, L., Batlle Vila, S., Treen, D., López, J., Sanz, N., Martín, L. M., ... & Bulbena Vilarrasa, A. (2015). Autolesiones no suicidas en adolescentes: revisión de los tratamientos psicológicos. Revista de psicopatología y psicología clínica, 20(1), 51-61.