Ansiedad
Para entender lo que es la ansiedad, conviene entender primero lo que es el miedo, porque son dos emociones muy relacionadas.
El miedo es un estado de activación neurofisiológica que se desencadena en situaciones que constituyen una amenaza o un peligro inminente para nuestra integridad. Es decir, cuando aparece un estímulo concreto, que valoramos como una amenaza, automáticamente sentimos miedo.
La ansiedad es un estado de activación que se parece al miedo, pero es más generalizado, duradero y, normalmente, menos intenso. La ansiedad funciona de forma anticipatoria e indiscriminada. El estímulo o situación que lo provoca no suele estar presente en el momento que se siente, ni es algo específico que está bien definido. La ansiedad consiste, por lo tanto, en una sensación de miedo inespecífico, de amplio espectro y orientado al futuro.
Como todas las emociones, la ansiedad nos ha llegado gracias a la evolución y cumple una función adaptativa. El miedo es una emoción adaptativa que nos permite la activación fisiológica necesaria para huir o luchar en una situación de amenaza. Se activa nuestro sistema nervioso simpático y las glándulas suprarrenales inyectan en nuestra sangre adrenalina, noradrenalina y otras sustancias que aumentan considerablemente nuestras posibilidades físicas. Nos hace más fuertes, resistentes y rápidos.
La ansiedad es un estado que precede al miedo y permite ir preparando al cuerpo para esta respuesta de lucha o huida posterior. Estar alerta nos permitirá responder mejor ante las amenazas que puedan surgir en un futuro.
La ansiedad aparece ante acontecimientos o circunstancias futuras, imprevisibles o incontrolables que valoramos como potencialmente amenazantes para nuestros intereses vitales.
Los temas son variados. En el caso de la salud, por ejemplo, la persona vive temiendo continuamente llegar a padecer alguna enfermedad, lo cual le lleva a tener un contacto regular con los servicios médicos, a hacerse pruebas y chequeos innecesarios.
Otras personas temen en exceso por la seguridad de su familia, por la posibilidad de perder el trabajo, por su rendimiento en los exámenes, por el juicio social que reciben de los demás, por la contaminación o los gérmenes, por la idea de la muerte, etc.
Ya hemos dicho que la ansiedad puede sernos muy beneficiosa; sin embargo, también puede convertirse en un problema. El problema puede venir cuando: o bien la ansiedad se cronifica y permanece funcionando continuamente, o bien se activa ante amenazas que no son reales, o bien se activa con una intensidad abrumadora. En todos estos casos hablaríamos de un posible trastorno de ansiedad.
Un estado de ansiedad que se mantiene excesivamente en el tiempo supondrá un desgaste para nuestro organismo y nuestro sistema inmunitario se verá afectado. Con el tiempo, nuestra salud se resentirá.
Un estado de ansiedad dirigido hacia estímulos cuya amenaza no es real constituirá una pérdida de recursos, tanto físicos como cognitivos, y orientará nuestra conducta de forma poco eficiente.
Por último, un estado de ansiedad demasiado intenso nos puede paralizar, hacer torpes o desmotivarnos por completo al resultarnos demasiado aversiva.
La ansiedad tiene unos niveles óptimos que mejoran el rendimiento de la persona y, mientras nos mantengamos en ellos, nuestra ansiedad será adaptativa. Sin embargo, traspasados estos niveles comenzarán los perjuicios.
El tratamiento de la ansiedad deberá estar guiado por una evaluación psicológica apropiada que permita saber cuál es el origen de la ansiedad, qué función cumple dentro de la conducta y cómo se manifiesta en cada caso concreto.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es el tratamiento de elección para la ansiedad. Dependiendo del tipo de sintomatología aparecida y de sus causas, la TCC ha desarrollado un amplio abanico de técnicas de modificación de conducta para rebajar el nivel de ansiedad. Entre ellas, podemos encontrar: la reestructuración cognitiva, la relajación diferencial, la prevención de respuesta, la parada de pensamiento, la inundación, el entrenamiento en asertividad, etc.
Las Terapias de Tercera Generación también se han mostrado eficaces para el tratamiento del estrés y la ansiedad. Desde esta perspectiva, se trabaja a través de terapias como el Mindfulness o la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), buscando la integración y aceptación del síntoma y no tanto su modificación. En caso de trauma, el EMDR ha demostrado su eficacia.
En otras ocasiones, la ansiedad cumple una función dentro de una estructura de personalidad inmadura o disfuncional. Hablaríamos entonces de un Trastorno de Personalidad y la ansiedad supondría una simple manifestación dentro de una psicopatología más compleja. En estos casos, la terapia no debe focalizarse en reducir la ansiedad, porque volvería a aparecer rápidamente, sino en realizar cambios en la personalidad disfuncional, que es la verdadera fuente de la ansiedad. La terapia de elección entonces tendría que ser de corte psicodinámico para trabajar cambios más profundos. La
Terapia Basada en la Mentalización funciona muy bien en estos casos.
- American Psychiatic Association (2014). Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (5th Ed.) Madrid: Editorial Médica Paramericana.
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