Adolescentes
La adolescencia es una etapa que implica una transformación del individuo. Esta transformación va desde el ambito biológico hasta el ambito psicológico y social. Hablamos de un periodo que suele ser descrito como tormentoso y estresante para quien lo está viviendo y sus familiares cercanos.
Durante esta etapa se producen varios procesos. Por un lado, las emociones que siente el menor se intensifican, especialmente en contextos sociales. Esto implica que el adolescente debe tener una mayor capacidad para gestionar sus emociones, además comprender la relación de las mismas con sus pensamientos y su comportamiento, cuestión que no suele ser fácil dada la inmadurez de la persona.
En este sentido, la gestión emocional se compone de la identificación, validación, expresión y regulación de las emociones. Cuando el adolescente tiene problemas en alguno de estos procesos, la intensificación de la emoción provocará mayor inestabilidad emocional y se traducirá en comportamientos desadaptativos como conducta agresiva, consumo de drogas, adicción y/o conductas de riesgo.
Hay que tener en cuenta que cuanto mayor es la inestabilidad, mayor es el sufrimiento que padece el menor. De hecho, cuando este malestar es extremo pueden aparecer las conductas autolíticas o autolesiones, o los estados disociados, que son comportamientos y mecanismos desadaptativos que le ayudan a regular la emoción.
Por otro lado, durante la etapa de la adolescencia se forma la identidad del individuo. La identidad se compone de roles, atributos personales y una concepción de quiénes somos en relación con los demás, es decir, la relación de la persona con el mundo.
El logro de la identidad implica que ésta debe ser continua y coherente, es decir, el adolescente tiene que definirse de manera clara e independiente de los demás, pero en conexión con su grupo social. Esto proporciona al menor, y luego al adulto, la capacidad de formar una imagen de sí mismo positiva, metas e intereses a largo plazo, además de relaciones recíprocas de calidad. Es importante que este proceso se resuelva satisfactoriamente para lograr un funcionamiento psicológicamente equilibrado en la edad adulta. Cuando esto no ocurre, o el proceso empieza a manifestar problemas, aparece la difusión de la identidad.
La difusión de la identidad se define como el fracaso para lograr una identidad continua y coherente, que se manifiesta mediante una pérdida de la capacidad de autodefinición y una pérdida de compromiso con los valores, metas o relaciones actuales, además de una dolorosa sensación de incoherencia y vacío existencial. Esta afecta a la intimidad (falta de relaciones sociales), las creencias (baja autoestima) y la autonomía (incapacidad para continuar con los estudios o trabajo). Cuando esto ocurre podemos observar estados de ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria, adicciones, además de ser el inicio del desarrollo de los trastornos de personalidad.
Para tratar ambos problemas (gestión emocional e integración de la identidad) hay que aumentar la función reflexiva del adolescente.
La función reflexiva es la capacidad para reconocer los estados mentales propios y de los otros. El adolescente debe reflexionar acerca de sus sentimientos, pensamientos, deseos e intenciones, en un espacio seguro donde estos sean aceptados y le ayuden a explicar cómo están relacionados con el malestar que siente y la conducta que adopta para resolver el malestar.
Este proceso se realiza a través de la Terapia Basada en la Mentalización de Bateman y Fonagy (1999) y la Terapia Focalizada en la Transferencia de Kernberg (1984). Además, estas terapias son complementadas con la Terapia Cognitivo Conductual, Terapia Sistémica y otras terapias de tercera generación como el Mindfulness o la Terapia Dialéctica Conductual.
En el caso de que el menor haya vivido situaciones familiares complejas, de abuso o negligencia, que reflejen una relación de apego insegura con alguno de los progenitores, la terapia se complementará con EMDR para el tratamiento del trauma de apego.
Es importante añadir que cuanto más se retrase el inicio en la resolución del problema, peor pronóstico tendrán las consecuencias psicológicas que padezca en su desarrollo el adolescente y, consecuentemente, afectará también en su etapa adulta, algo que se observa en los pacientes adultos con Trastorno de la Personalidad. Por eso se recomienda evaluar y tratar el problema lo antes posible.
-Erikson, E. H. (1968). Identidad, Juventud y crisis. Taurus Ediciones.
- Bateman, A., y Fonagy, P. (2016). Tratamiento basado en la mentalización para trastornos de la personalidad. Bilbao: Desclee de browser.
- Fonagy, P., Gergely, G., y Target, M. (2007). The parent-infant dyad and the construction of the subjective self. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 48, 288–328.
- Kernberg, O. F. (1984). Severe Personality Disorders: Psychotherapeutic Strategies. Yale University Press, New Haven.
- Kernberg, P. F., & Chazan, S. E. (1991). Children with conduct disorders: A psychotherapy manual. Basic Books.
- Midgley, N., Ensink, K., Lindqvist, K., Malberg, N., y Muller, N. (2019). Tratamiento basado en la mentalización para niños. Un abordaje de tiempo limitado. Desclée de Brouwer.
- Westen, D., Betan, E., y Defife, J. A. (2011). Identity disturbance in adolescence: associations with borderline personality disorder. Development and psychopathology, 23(1), 305– 313.
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