Desórdenes de la alimentación
Los trastornos de la conducta alimentaria son un conjunto de enfermedades que se caracterizan por una alteración en la relación y consumo de los alimentos, causando un deterioro progresivo de la salud. En los casos severos, la conducta de la persona puede llevar a poner en peligro su vida.
Los síntomas suelen comenzar como una preocupación por la comida, una insatisfacción con el peso corporal que se tiene o una distorsión sobre la percepción de la forma del cuerpo.
Las personas con problemas en la conducta alimentaria presentan entre los rasgos de su personalidad una mayor intolerancia a la incertidumbre, mayor sensibilidad a la crítica, búsqueda del perfeccionismo, rigidez cognitiva, impulsividad, inestabilidad emocional y baja autoestima.
Aunque este tipo de enfermedades pueden afectar a cualquier persona, son las adolescentes y las mujeres jóvenes las que experimentan mayor frecuencia de la enfermedad.
El inicio de la enfermedad suele estar asociado a un suceso vital estresante (separación de los progenitores, perdida de pareja, etc.), también si han recibido o emitido críticas recurrentes sobre su cuerpo.
La anorexia nerviosa es una enfermedad que se caracteriza por una restricción en el consumo de alimentos que lleva a mantener el peso corporal por debajo de un mínimo saludable. La OMS establece que una persona tiene un peso saludable cuando su índice de masa corporal (IMC) es superior al 18.5%.
Además, las personas que sufren anorexia nerviosa muestran un miedo intenso a que el peso corporal aumente y manifiestan una percepción alterada de la imagen corporal, no reconociendo la gravedad del bajo peso que tienen.
Entre las conductas que realizan para bajar el peso o mantener un peso mínimo está la purga a través de la provocación del vomito, diuréticos y laxantes. también la dieta, el ayuno y el exceso de ejercicio.
La bulimia nerviosa se caracteriza por la ingesta de gran cantidad de comida en un periodo corto de tiempo (inferior a dos horas), que va unido a una sensación de falta de control sobre la cantidad que se ingiere.
Posteriormente, la persona puede manifestar sentimientos de culpa y vergüenza por lo ocurrido, que le incitarán a realizar una serie de comportamientos inapropiados como el vómito autoprovocado, laxantes, diuréticos o ejercicio excesivo, para no aumentar de peso.
A diferencia de las personas que sufren anorexia nerviosa, el peso corporal suele estar en valores normales e incluso con cierto grado de obesidad moderada.
Dadas las graves implicaciones graves la salud que comportan los trastornos alimentarios, la evaluación de estos pacientes debe ser exhaustiva y debe incluir aspectos físicos, psicológicos y sociales, así como evaluar el riesgo personal inmediato.
En el caso de niños y adolescentes, hay que estar atentos también a posibles indicadores de abuso.
El tratamiento suele implicar una perspectiva multidisciplinar donde diversos profesionales deben colaborar para supervisar el caso, contando normalmente con nutricionista, médico y psicólogo. En los casos más graves, se debe evaluar la internalización del paciente y la alimentación forzosa, cuando la vida está en riesgo.
Desde el punto de vista psicológico, en los casos menos graves e intervenidos de forma temprana, la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) con frecuencia semanal puede ser efectiva en 4 ó 5 meses. Sin embargo, en pacientes refractarios al tratamiento o con trastornos de larga duración, será necesaria un tipo de terapia más profunda, como la psicoterapia orientada por la personalidad.
En ocasiones, la personalidad del paciente tiene mucho que ver en el trastorno alimentario. Por ejemplo, personalidades con problemas de regulación emocional, como los pacientes límite, suelen cursar con trastornos alimentarios episódicos, como la bulimia o los atracones, los cuales les sirven de regulación emocional en momentos de crisis.
Las personalidades histriónicas, por su parte, que necesitan llamar la atención de forma desmesurada con su aspecto físico, pueden caer en conductas alimentarias patológicas en busca de una supuesta mejoría de su capacidad de atracción sexual.
Las personalidades dependientes, evitativas, depresivas y/o masoquistas también son vulnerables a este tipo de trastornos, porque el sacrificio que suponen las alteraciones alimentarias y el malestar que producen puede resultar coherente con el concepto negativo que tienen de sí mismos. La actitud de autodesprecio convierte el sufrimiento en algo asumible e incluso merecido.
Las personalidades obsesivas y autocontroladas, normalmente con ansias de excelencia, pueden tender fácilmente hacia la anorexia nerviosa y dedicarse a contar calorías, algo que se les da muy bien debido a su perfeccionismo. La sensación de control sobre sí mismos se vive de manera triunfal. A veces la comida es lo único que saben controlar en sus vidas y no es fácil renunciar a la sensación de dominio y éxito que les proporciona la anorexia.
En estos casos, el trastorno alimentario se debe considerar como un síntoma, es decir, como una manifestación secundaria que cumple una función dentro una personalidad patológica. Por lo tanto, el paciente no mejorará si no se trata también esa personalidad patológica que sirve de estructura y apoyo al trastorno alimentario.
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